Quiero ser yo, quiero despertarme en las mañanas sin necesidad de pensar en los cuarenta mil problemas que pueden pasar por mi cabeza y automáticamente ponerme de mal humor, que lamentablemente, con el transcurrir del día se potencia. ¿Y cómo se potencia? Es simple, y voy a poner el ejemplo más real y directo insignificante pero cierto del día: caminar.
¿Caminar? Estás loco huevón. Al caminar me doy cuenta de mil cosas, cosas dolorosas, cosas ciertas, pero casi nunca cosas que me hagan sonreír, y me pregunto, siempre me pregunto: ¿Qué está pasando? ¿Por qué recibo permito tanta mala onda en mí? Los titulares en los periódicos: “Arequipeño de 22 años asesina a su mamá con 8 balazos en el pecho.”, “Barrazita admitió que fue infiel.”, “Niña de 3 años muere tras ser violada por su papá.”, bueno, salvo los titulares de que Perú ha entrado a semifinales de la Copa América ocasionando que la prensa nacional piense que ya somos campeones mundiales.
Caminas dos cuadras más dirigiéndote hacia el paradero, y en el camino te encuentras con seiscientas mil (?) caras tristes y un millón (?) de miradas que te dicen “A veces no tengo ni la más mínima idea de por qué me despierto así, perdóname.” Y por más que trate de evitarlo, logran taladrar un poco de mi denso pero débil corazón para llenarlo con una pequeña dosis de odio hacia el día a día.
- -“Paolo, ¿vas a venir a almorzar?”
- -“No, mamá, ya estoy por Miraflores (en verdad estaba en Bembos, a unos 10 minutos de mi casa.)”
Es simple, estoy con una cara tan dura (?) y tensa que no puedo compartirla con mi “familia”. Simplemente no merecen que les contagie tanta mala vibra y más estrés en el almuerzo.
Ahora, ya con una Criolla, papas y gaseosa grandes en mi estómago, hablemos de mi bipolaridad.
¿Bipolaridad? No exactamente, tal vez es tener no sé, una doble personalidad.
Algo que sí puedo admitir es que en este momento vivo encerrado (o dividido) en dos versiones de Paolo. Y espero, por ahora, que no sea algo malo, que simplemente sea algo transitorio para poder por fin, encontrarme, y darme cuenta de qué cosas realmente quiero (y voy a seguir queriendo) en la vida.
Me encuentro encerrado en:
1. El Paolo de 21 años, con todo un mundo por delante y sin necesidad de presionarse en la vida.
2. El Paolo de 21 años que debe comportarse como de 28, para así poder tener cómo moverse en la vida, mantener una calma (¡¿CALMA!?) en el lugar donde vive, y para por fin, sentir que es tomado en cuenta.
Vamos por el número 1.
Tengo 21 años para 22, recién he terminado mi primera carrera (la cual no quise desde el 3er ciclo pero tuve que terminarla para poder cumplir con mis padres ya que así me lo pidieron), estoy especializándome en Dirección de Arte, que de por sí me ayuda (y me va a ayudar) mucho en lo que actualmente ejerzo, la fotografía, mi verdadera pasión, y que bueno, mantiene a mis padres tranquilos por el hecho de que “estoy haciendo algo”, porque sinceramente, ellos aún creen que yo hueveo con mi cámara de un lado a otro.
Es genial poder sentirse de la edad que uno tiene de vez en cuando (la verdad siempre).
¿Por qué?
Porque, carajo, no cumples responsabilidades que son completamente ajenas a ti (y a tu edad), y porque bueno, no estás atrapado entre barreras que te impidan tener cierto tipo de comportamientos. Porque andas tranquilo con tu cabeza, porque no tienes a nadie (en verdad sí, a tus viejos) que te joda por cumplir a fin de mes (por decirlo de alguna manera), porque si quieres chupar, chupas, porque si quieres dormir tarde, lo haces. Ahora, no estoy diciendo que me vaya a meter una chata de Carti un Lunes por la tarde porque mi mami me pegó un grito, no, simplemente hago notar de que la mentalidad que debería tener es distinta. Tampoco ando diciendo que no debería trabajar y ser un maldito vago que se rasca los huevos y luego se huele los dedos el resto del día, digo que, bueno, sería bonito tener las responsabilidades que me conciernen y poder disfrutar de mi plata.
Número 2.
Tengo 21 años para 28 (?), trabajo para poder pagar la mitad de la renta del departamento que tenemos alquilado y algunos productos básicos para la casa, ¡AH!, y también la salud y el cuidado de mis mascotas (que ahora resulta que los dos perros, y la gata, son míos y están bajo mi tutela).
Debo regresar los fines de semana a una hora “aceptable” porque es lo que un padre desea para su hijo (?), debo saber administrar mi dinero para así llegar al fin de mes y tener la capacidad de afrontar gastos completamente ajenos.
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Como ya leyeron (espero que esa acción sea en plural y no en singular), esas son mis dos personalidades. Una responsable y completamente madura, y la otra, bueno, de su edad.
Ahora, aquí viene el cau cau, cuando estoy dentro de una, deseo a la otra (y me refiero a las personalidades, enfermos), y eso, genera un fastidio TREMENDO como el seno derecho de Alan García en mí. No puedo encontrarme en un punto medio, no puedo definir una identidad propia, no puedo cumplir mis verdaderas responsabilidades sin dejar de pensar en las otras.
Mi positivismo se ve completamente mermado por esta situación, lo único que realmente me hace sonreír (la mayor parte del tiempo) es la chica linda que tengo a mi lado, una chica pequeñita y hermosa que con simplemente decir “CACA" y tocarme la mano logra que todo tipo de amargura y sensación de odio hacia mí, se vaya (obviamente nadie es perfecto y, por momentos también me saca de quicio, lo mismo que yo con ella).
Ya llevo en este dilema bastante tiempo, y creo que ya es hora de decidir, a la mierda con lo que piensa el papá, la mamá, la hermana, los dos perros y la gata, lo que decida va a acarrear en mí, y en nadie más.
Deséenme suerte.
1 comment:
No te preocupes, todo sacrificio vale el esfuerzo.
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